Berlines en invierno del 2006


Die Brandenburger Tor 

"Domingo 22, 2006- Desperté en Berlín. Específicamente en la casa de la abuela de Leonie, una de las tantas alemanas que nos aloja a mí y a otras nueve chilenas más que realizamos un intercambio estudiantil en Europa. Para llegar hasta aquí conocí los trenes rápidos. Son increíbles, ojala en Chile existiera una de estas cosas: hay cabinas para fumadores y otras para la gente anti-tabaco, también se puede beber alcohol dentro de ellos sin ser multado. El único momento en que sentí que viajábamos a más de 200 kilómetros fue cuando el tren doblaba, porque se inclinaba notoriamente. Quizás un vaso lleno de agua no soportaría derramarse en esas curvas. En ese viaje, camino a Berlín, me comparé con los demás viajeros, a quienes toda esta tecnología les importaba un carajo, pero para una sudaca como yo, esa experiencia se volvía toda una aventura. 




Siegessäule (Columna de la Victoria)
Hicieron -19º C y decidimos conocer la ciudad. No estoy de acuerdo con el refrán de que “los alemanes son cuadrados”, pero sí con que sus ciudades los son. Las calles no albergaban perros vagos, papeles y menos basura. El transporte público es una joya: en cada paradero hay un letrero electrónico que indica los minutos exactos en que la micro (bah, el bus) llega al paradero. ¡Hasta el comercio se veía glamoroso!, de seguro todas las marcas más top del mundo tienen una tienda en esta capital, así que simulamos ser las mejores compradoras y desordenamos los closet de H&M, MNG, ZARA…
Sólo nosotras cometíamos el error de cruzar las calles por cualquier parte sin respetar al tan famoso “ampelman” (es así como se le llama a la luz verde de los semáforos peatonales que te indican los segundos exactos que tienes para cruzar la calle). En Berlín, así como relojito, se cumple todo a cabalidad.

Cada dos cuadras recorridas, hacíamos una parada obligatoria en un café… no porque tuviéramos hambre, ni porque fuéramos millonarias, sino que para impedir que el frío llegara a nuestros huesos. Fotografiamos la arquitectura de la ciudad, conocimos la Humboldt-Universität; la Dom (Catedral); escalamos la Siegessäule (Columna de la Victoria); el Edificio del Reichstat y por supuesto Die Brandenburger Tor. 

Der Berliner Dom (Catedral de Berlín)
Cuando llegamos a Gedächtniskirche (la iglesia del recuerdo) nos reencontramos con las otras chilenas -compañeras de colegio- que no veíamos desde que el avión nos dejó en Frankfurt, lugar donde un tren hacia el oeste y otro al este de Alemania nos separó. Exhaustas llegamos nuevamente al departamento, donde nos dimos el lujo de descubrir que comer berlines, en Berlín, sabe mucho mejor. El tiempo se había acabado, debíamos despedirnos de la capital germana, sin embargo una siguiente aventura hizo que esa nostalgia no fuera tan amarga: nos equivocamos al tomar el tren de regreso", Notas de 2006 que encontré seis años después.