En Buenos Aires por un fin de semana

Con mi pololo Sebastián decidimos hacer una locurilla exprés y compramos pasajes para pasar un fin de semana en la república del Tango. Sí che, en la linda ciudad Buenos Aires.
 

JUEVES

Nuestro vuelo comenzó el jueves a las 10 de la noche. Cruzamos la Cordillera de los Andes en poco menos de dos horas y llegamos al Aeropuerto de Ezeiza. Por desgracia éste es el aeropuerto más lejano del centro de la capital transandina. El tonito un poco chillón y agudo característico de los argentinos se hizo notar de inmediato, pero no molestaba tanto como en Chile. Nuestro primer error fue confiar en un bus que nos llevaría “rápidamente” a nuestro hotel, porque la verdad es que nunca fue tan rápido como nos prometieron. Llegamos al bus, pero nuestras maletas ni nosotros cabíamos dentro. “Tranquila, yo le dije que la llevaría al centro y así va ser”, me engrupió un chiquillo de la empresa a la que le compramos el ticket. Después de 15 minutos la empresa nos subió a un taxi con un señor argentino. Él venía de Sao Paulo y seguramente también estaba muy cansado como nosotros, sin embargo al hablar de su "Buenos Aires querido", le brillaron sus ojitos y nos aconsejó muy emocionado sobre los lugares que “sí o sí” teníamos que visitar. Le hicimos caso en todo.    
El taxi hizo una parada en Puerto Madero a las 1:30 de la madrugada y luego tomamos otro taxi más hacia el Américas Towers Hotel, el lugar que elegimos por la página www.booking.com para pasar las noches,  ubicado en el centro de la capital en Libertad 1070. Terminamos el check in muy tarde, alrededor de las 2 AM, pero ya aprendimos, en el próximo viaje a Buenos Aires gastaremos los 300 pesos argentinos para tomar directamente el taxi desde el aeropuerto al hotel, nada de buses.

VIERNES

Despertamos temprano para disfrutar de un rico desayuno bufet que tenía el hotel para sus huéspedes. Huevos revueltos, frutas y tradicionales medialuna con dulce de leche y mermelada alegraron nuestros estómagos. Estábamos listos para dejar “las patitas en la calle”. Salimos de nuestro refugio con aire acondicionado y en un segundo la ropa se pegó a nuestros cuerpos, producto de la alta humedad del ambiente. Se hacía notar la ola de calor que afectaba por esos días a la ciudad. 

Obelisco

El Seba tomó el mapa y partimos al Obelisco. Llegamos ahí por la Av. 9 de Julio, una calle ancha con diferentes pistas para automóviles, colectivos, microbuses y buses. Sin olvidar que por ahí también pasa el “Subte”, que es el sistema de metro subterráneo. El Obelisco se ve en cualquier parte de la Avenida 19 de Julio y también por la calle que le cruza, Corrientes. Esta última calle es muy conocida por los teatros y las tiendas que hay, que son muy parecidas a las del paseo Ahumada en Santiago de Chile. En esta calle aprovechamos de cambiar nuestros dólares por pesos argentinos, lo que nos costó un poco por lo caro que está el dólar en argentina. Es por esta misma razón que existe el dólar oficial (por esos días un dólar a 10 pesos argentinos) y el “dólar plus” que es casi 50 centavos más barato.      

Palermo

Tomamos el subte y nos fuimos a pasear por el pulmón verde de la ciudad, Palermo. Llegamos a una gran laguna donde pasaban gansos libres y hermosos árboles. Nos fotografiamos en el rosedal, entre piletas, árboles y lindos puentes. 


Después de mucho caminar llegamos al rico restaurant italiano Trattoria Olivetti donde comimos unas ricas bruchetas con queso roquefort y cebolla acaramelada como entrada y unas deliciosas pastas con pesto y queso parmesano como plato de fondo. Fue así como el calor y la guatita llena nos pidió con urgencia una siesta en el hotel.
Se nos hizo tarde y decidimos despertar con un chapuzón. Entonces nos pusimos bonitos y partimos a buscar un trago a Palermo Hollywood, un lugar de restaurantes y bares, muy elegante y más bien adulto, por lo que decidimos volver a Palermo Soho donde llegamos a la Plaza Julio Cortazar (Ex Plaza Serrano). Alrededor de ella nos encontramos con diferentes bares para todos los gustos. Había un bar de Quilmes, otro con salón de pool, mesas al aire libre o en terrazas. Un lugar muy juvenil completamente recomendable. Nosotros elegimos el Bar Macondo, donde zafamos el calor nocturno con un shop de Quilmes y una rica pizza mitad Mozarela albahaca y otra mitad queso roquefort.

Pizza mozzarella albahaca mitad queso roquefort

Camino al hotel nos desvió una plaza llena de jóvenes tomando cerveza. Y como en Chile está penado por la ley beber alcohol en la vía pública nos dimos el lujo de pasar a una botillería, comprar una cerveza y sentarnos en la plaza junto a todos ellos.   
     

SABADO

Tigre


Estación Corrientes

Nos levantamos con ganas de ir a Tigre. Entonces pescamos el bloqueador, la cámara y nos fuimos a la Estación de Trenes Corrientes. Pagamos 7 pesos ida y vuelta por un boleto que nadie nos revisó. Viajamos una hora por el tren recorriendo gran parte de Buenos Aires para llegar a Tigre, una localidad que es recorrida por un gran río lleno de catamaranes, lanchas y kayaks. Aún cuando recibimos muchas ofertas, seguimos el consejo del argentino que conocimos en el aeropuerto y caminamos hasta llegar a Puerto de Frutas. Un lugar con mucha artesanía, comercio, restaurantes y donde encontramos el paseo en lancha más barato de todos. El paseo en lancha o catamarán que ofrecen todos consiste en recorrer diferentes ríos conociendo las 22 islas. Éstas son terrenos en el que cada pedazo de tierra tiene una casa de veraneo. El recorrido es muy lindo y refrescante, pero no es necesario estar más de una hora en el tour, porque igual es monótono. Cuando se inicia el paseo el río bordea un parque de diversiones, muy al estilo de Fantasilandia como en Chile. Luego cuentan la historia de que antiguamente las casas eran de millonarios y que en ese lugar se rodó la película de Sandro, del verano del 78.























Una vez que terminó el paseo degustamos una rica milanesa con papas fritas en el Restaurán La Guapa.  Tomamos el tren de vuelta y decidimos caminar por Santa Fe otra de las calles importantes, donde el comercio era parte fundamental del lugar.

Llegamos a la famosa librería el Atheneo y tal como me habían recomendado era realmente impresionante, sobre todo porque en Chile no existen templos del libro como el que había ahí. El lugar era muy parecido a un gran teatro, donde en vez de butacas había un sinfín de estanterías con diferentes temáticas. El escenario estaba adaptado para que uno comprara un libro, que son harto más barato que en Chile, y luego fuera a las mesitas ubicadas en ese escenario, sentarse con un café y simplemente leer.   


Librería El Atheneo

Se hizo de noche, nos vestimos elegantes y caminamos hacia Puerto Madero. Es un gran río, por el que cruzan grandes puentes y uno bien particular, el Monumento a la mujer. Estábamos en el barrio más exclusivo de Buenos Aires,  donde había grandes edificios y refinados hoteles con vista al río. Nos sentamos en las mesas del restorán Los Villegas y esperamos salivando un rico bife de chorizo. Efectivamente probamos una delicia, lejos una de las mejores carnes que he probado en la vida. Después de comer rico, caminamos hasta la costa. Un lugar harto más popular que Puerto Madero, donde había carritos vendiendo “Panchos”, algo así como los completos chilenos, pero en vez de palta y tomate se le echaban salsas. Caminamos entre la gente al ritmo de la cumbia villera y diferentes olores de comida que se mezclaban en el ambiente. La cerveza se compartía así mismo como comparten el mate y pese a ser ya pasado las 12 de la noche había niños jugando y señoras paseando los coches. Caminamos hasta que nos encontramos con el Casino de Buenos Aires. Mi pololo ludópata no me perdonó pasar por alto un Black Jack y partimos al “casino flotante”, donde descubrí que el mojito de frambuesa definitivamente queda más rico en los casinos de Chile.        


DOMINGO



Era nuestro último día y lo aprovechamos al máximo. Como estábamos en vísperas de Navidad recorrimos nuevamente Corrientes y Santa Fe para comprar nuestros regalos familiares. Luego escogimos el mejor día para ir a San Telmo. Todos los domingos la gente se reúne en una gran Feria por las calles con adoquines de San Telmo. 

Feria de San Telmo


Antigüedades, artesanía y suvenires son las principales ofertas del lugar. Cómo no encontrarse con los vinilos de Gardel o diferentes diseños de calabazas para tomar mate. Fue ahí mismo que sin querer nos encontramos con “la ruta de la caricatura”, donde cada cuadra tiene una estatua de un personaje de historietas argentinas.

Caminito

Pasamos a comer hamburguesas y tomamos un bus hacia Caminito. Nos tomó alrededor de 20 minutos llegar. Nos bajamos y de inmediato divisamos esas callecitas coloridas y con restaurantes y gente bailando tango. 

Caminito

“¿Querés una foto?”, le preguntó una bailarina al Seba. Por supuesto que aceptó y yo empecé a fotografiar, hasta que veo su cara de preocupación. “Son 20 pesos por la foto”, me dice. Así que nos dimos cuenta que teníamos que tener mucho cuidado hacia dónde enfocar. Eso nos amargó un poco, porque cada fotografía costaba 20 pesos y se escuchaba a las bailarinas gritar: “No me saquen fotos o paguen 20 pesos”. Entonces decidí no sacarle foto a nadie… hasta que caminamos y un señor simpático nos ofreció más de una foto por 20 pesos y decidimos acceder. Caminito, no es más que un caminito. Hacía mucho calor y nos sentamos en un restorán a tomarnos un jugo natural de naranja. ¡El juguito más caro de la historia! Sí, de verdad que me gustó Caminito, pero creo se aprovechan de los turistas y nosotros a esas alturas ya andábamos con pocas chauchas.

Nuestro itinerario se acababa y aprovechando que el sol no se iba le pedí al Seba volver a Puerto Madero, pero esta vez de día y a sacando fotos, porque en la noche preferíamos no sacar la cámara por precaución. Bueno, no es que Buenos Aires sea peligro, sin no que siempre hay que cuidar las pertenencias, ¿no?. Entonces llegamos a Puerto Madero y realmente lo encontré mágico. Llegamos en la tarde, donde el sol se reflejaba por las ventanas de los edificios. Un cielo entre naranjo y crema nos recibía, muy al estilo de la película Vanilla Sky. Fue un lindo atardecer para terminar este exprés viaje con mi muchacho.      


Puerto Madero

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